Esto es parte de un mensaje evangelístico que estaré compartiendo esta noche en una actividad a la cual he sido invitado:
De hecho, en la oración más famosa de toda la biblia y que encontramos en Mateo 6:9-13, Jesús, enseñándole a sus discípulos a como orar, se refiere a Dios como “Padre Nuestro”, y de esta manera nos muestra, que el Dios creador del universo, y distante de nosotros en cuanto a su santidad se refiere, está también cercano a nosotros una vez hemos creído en EL y nos hemos convertido en sus hijos.
En otro momento, mientras Jesús enseñaba sobre la importancia de la oración y de cómo Dios está atento a ella y dispuesto a contestarlas, se refiere nuevamente a Dios como nuestro Padre, y lo compara con nuestros padres terrenales:
¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Mateo 7:9-11
En este sentido, la paternidad de Dios nos hace sentir cerca de EL y nos permite tener confianza para acércanos continuamente a EL cómo sus hijos.
Si somos sinceros, a todos nos gusta saber que tenemos un Dios al que podemos relacionarnos como nuestro padre, pero donde tenemos serios problemas, es cuando tenemos que relacionarnos a este Dios como nuestro Señor, y es aquí donde se encuentra la diferencia real entre los cristianos y los no cristianos, y la principal causa del rechazo de Dios por parte de la humanidad.
Podemos creer en un Dios paternal, que cuida de nuestras vidas, y que nos afirma que aún los cabellos de nuestras cabezas están contados, pero cuando se nos dice que para nosotros ser sus hijos tenemos que morir a nosotros mismos (Mt. 16:24-25), inicia nuestro fuerte rechazo a este Dios en el cual profesamos creer.
Y la razón por la que rechazamos el señorío de Dios para nuestras vidas, es porque no queremos negarnos a nosotros mismos y vivir bajo sus reglas.
No queremos el sexo a la manera de Dios, el cual se nos ha provisto como producto de una relación de fidelidad entre un hombre y una mujer que han contraído matrimonio, sino que lo queremos a la manera que nos la ofrece el mundo, producto del libertinaje existente.
No queremos el dinero a la manera de Dios, el cual se nos ha provisto a través del trabajo honrado y bajo mucho sudor, sino que lo queremos a la manera que nos lo ofrece el mundo, sin honradez, sin reglas; mucho dinero, a bajo costo, y exaltamos las personas que son encontradas en actos ilegales, porque anhelamos la vida de placeres que ellos tienen.
Y así en todas las cosas, rechazamos el señorío de Cristo en nuestras vidas, porque no queremos someternos a las directrices y reglas de Dios, sino que queremos vivir bajo nuestras propias reglas, tratando de ignorar que un día nos encontraremos en medio de un juicio donde todos tendremos que darle cuenta a Dios de cómo hemos vivido, y en ese día, no habrán excusas validas que justifiquen nuestro rechazo de Dios.
Creer en Dios tiene un costo, y este costo es la obediencia. Usted y yo no podemos decir que somos cristianos porque un día hicimos una confesión de fe donde declarábamos que creíamos en Jesús (porque hasta los demonios creen), sino, cuando adicional a nuestra fe, mostramos por nuestra obediencia a Dios, que realmente hemos creído en El.
La Biblia nos dice en Juan 3:36, que los que creen, pero no obedecen, no tienen vida eterna:
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.” Juan 3:36 (LBLA)
Y en Mateo 7:21-23 nos advierte, que no todas las personas que profesan ser cristianos, o que dicen creer en Dios, entrarán al reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de Dios:
No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"
Mateo 7:21-23 NVI
Amigos, por más que tratemos de ignorar la voz de Dios y el llamado que El nos hace, no podremos evitar el día de juicio que se avecina, por lo que nos comportamos como aquel hombre de nuestro país que cruzando la calle no mira a los lados sabiendo que se avecina un vehículo a toda velocidad, creyendo, que por simplemente ignorarlo, el mismo se detendrá y no lo atropellará.
Pero Dios, conociendo nuestra situación, y sabiendo que estábamos sin esperanza envueltos en nuestros propios delitos y pecados, ha provisto de un medio para salvarnos, y este medio es Jesucristo.
Jesucristo, su hijo, fue encarnado, y luego de aproximadamente 33 años en esta tierra, fue llevado a un madero y crucificado en medio de dos ladrones, sin encontrarse ningún delito por el cual se le pudiera acusar. Por lo que EL, siendo justo, sufrió la culpa de nuestros pecados, y pagando el precio que merecíamos nosotros pagar, ha aperturado un camino para reconciliarnos con el Padre.
Pero como hemos conversado en el transcurso de este mensaje, tenemos que saber que “creer” va más allá que una simple afirmación. Requiere la renuncia de todo aquello que se encuentre en nuestras vidas que vaya encontra de la Palabra de Dios. Requiere arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar la dirección de nuestras vidas hacia la voluntad de Dios.
Pero Dios promete no dejarnos solos, enviándonos a su Santo Espíritu a morar en nuestras vidas, para ayudarnos en nuestro diario vivir hasta que El venga o nosotros nos vayamos primero.
Y en esta noche, Dios te hace una invitación:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas.”
Juan 3:16-19