La mayor parte de lo que pasa por la tolerancia hoy en día no es más que cobardía intelectual, el miedo de la participación inteligente. Los que pasean la palabra "intolerancia" no están dispuestos a ser retados por otros puntos de vista, a lidiar con opiniones contrarias, ni siquiera considerarlas. Es más fácil lanzar un insulto—"que fanático intolerante"—que enfrentar a una idea y, o bien refutarla o ser cambiado por ella. En la era postmoderna, la "tolerancia" se ha convertido en la intolerancia.
Como embajadores de Cristo, elegimos el camino más valiente, "derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios" (2 Corintios 10:5). De una manera elegante e ingeniosa decimos la verdad, y luego confiamos en Dios para transformar las mentes.
Cada vez que te acusan de intolerancia, siempre pide por una definición. Cuando la tolerancia significa neutralidad, que todas las opiniones son igualmente válidas y verdaderas, entonces nadie es tolerante porque nadie es neutral en cuanto a sus propios puntos de vista. Señala la contradicción integrada en la nueva definición. Señala que este tipo de tolerancia es un mito.
La regla clásica de la tolerancia es lo siguiente: Tolerar a las personas en todas las circunstancias, enseñándoles el respeto y la cortesía, incluso cuando sus ideas son falsas o tontas. Tolerar (es decir, permitir) un comportamiento que es consistente con el bien común. Por último, tolerar (es decir, aceptar y creer) las ideas sanas. Esto sigue siendo una buena guía.
Tomado del artículo escrito por Gregory Koukl titulado: “La Intolerancia de la Tolerancia”