Todas las disciplinas tradicionales –como separar un tiempo para la oración y el ayuno, observar periodos de silencio, o negarnos ciertas comodidades legítimas de las criaturas– tienen el mismo carácter: no son un fin en si mismas; sino medios de reemplazar deseos defectuosos por el deseo de Dios.
Entrenarnos de nuevo a nosotros mismos para hacer lo debido es como el ejercicio físico, y tenemos que esforzarnos. Pablo nos dice que el ejercicio físico es bueno, pero que el ejercicio espiritual es mucho mas importante. El pecado brota de forma natural; la santidad no. Esta requiere la supervisión constante del Espíritu Santo y la oración continua, el estudio de la palabra de Dios, y la disciplina del creyente como individuo.
Charles Colson, “La Fe: Que creen los cristianos, por que lo creen, y por que es importante”, Editorial Vida (2008), p.196
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