Romanos 8:1 nos dice que no existe condenación alguna para los hijos de Dios. Esto se debe, no a las grandes obras que podamos haber hecho, sino, a que Cristo nos libertó de la ley del pecado y de la muerte. Mis pecados pasados ya están perdonados, mis luchas presentes ya están cubiertas y mis futuros fracasos ya fueron pagados en su totalidad por lo maravillosa e incomparable gracia infinita de Dios, encontrada en la obra expiatoria de Jesucristo en la cruz.
Matt Chandler, “The Explicit Gospel”, Crossway Books (2012), p.15
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