La esencia del pecado es independizarse de Dios, el fracaso en ser dependientes de él. Los adictos sexuales no pasan de ser sanos a insanos por causa de una enfermedad denominada adicción. Ellos se niegan a aferrarse a Dios como la única persona que puede satisfacer sus anhelos más profundos. Este rechazo de aferrarse a Dios como la única persona que puede satisfacer sus anhelos más profundos y aliviar el dolor relacional no se originó en una familia mal constituida, sino en su vergonzoso y engañoso corazón. Y todos tenemos este corazón.
Para ninguno de nosotros es suficiente con cambiar nuestra conducta o incluso mejorar la calidad de nuestras relaciones con los demás. Debemos desarrollar y fortalecer nuestra relación con Dios y reflejar esta relación en nuestra interacción con otras personas. Un adicto sexual cambia verdaderamente cuando cambia su relación con Dios.
Poner a la adicción el rótulo de enfermedad hace desviar la mirada del hecho de que el hombre y la mujer que viven en forma independiente de Dios en una rebelión pecaminosa necesitan desesperadamente la cruz de Cristo y pueden, en el poder de Dios, sobreponerse al pecado. En un intento por hacer que la vida “funcione” independientemente de Dios, cada día más profesionales definen conductas aberrantes en términos de enfermedades en lugar de enfrentar las consecuencias de la caída [la desobediencia de Adán y Eva]. Estas definiciones presumen en forma arrogante que somos capaces de conquistar la complejidad de la conducta humana y resolver los dilemas de como repararla.
El enfoque bíblico [sobre las adicciones pecaminosas] no está en la existencia de una enfermedad que causa un problema, sino sobre el corazón engañoso de una humanidad que crea problemas mayores que la disfunción sexual.
Harry W. Schaumburg, “La Adicción Sexual-Un Enfoque Bíblico a la Intimidad Falsa”, Editorial Mundo Hispano (2009), p. 65, 68
¿Es la adicción sexual una enfermedad?
19 de marzo de 2012
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