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Dios no estaba presente

Hace unos años atrás estuve presente en el evento de graduación de un colegio privado de mi país.

En esta graduación se respiraba un ambiente de logro y felicidad, mientras padres orgullosos veían a los que una vez eran sus niños pequeños, completar sus etapas en la escuela para iniciar a ahora sus estudios universitarios.

Recuerdo que en la graduación la directora de la escuela y algunos de los maestros utilizaron palabras muy hermosas para referirse a estos jóvenes mientras les vaticinaban éxitos en la vida que tenían por delante.

Recuerdo que la estudiante más sobresaliente del grupo dirigió unas palabras de agradecimiento a sus padres y a la escuela, y luego se dirigió a sus compañeros de clases para recordarles la capacidad que cada uno de ellos tenía dentro de sí mismos para vencer las distintas dificultades con que se encontrarían en la vida, y como podrían lograr, si se esforzaban lo suficiente, el éxito que tanto anhelaban.

Y recuerdo el momento que me encontré más emotivo de todos, cuando en una pantalla gigante proyectaban fotos de los jóvenes, en sus distintas etapas en la escuela, con una preciosa canción de fondo.

Pero una cosa nos impactó a mí y a mi esposa al momento de finalizar la graduación. Dios no fue mencionado ni siquiera una sola vez en el transcurso de todo el evento.

No fue mencionado por la directora y profesores del colegio en todas sus palabras dirigidas al público presente, ni tampoco fue mencionado en el discurso de la estudiante sobresaliente. Nadie agradeció a Dios por la vida, por la bendición que tuvieron estos jóvenes de recibir enseñanzas, o por el privilegio que tuvieron sus maestros de educar a estos muchachos. Nadie oro a Dios pidiendo su bendición y cuidado para la vida que esperaban estos jóvenes, quienes ahora iniciaban sus pasos en la vida universitaria y posteriormente en la vida laboral.

Simplemente, Dios no estuvo presente en ese evento.

Cada vez que veo a alguien que piensa que tiene toda su vida por delante, y que tiene en su poder el control de lo que su vida será, quisiera que esa persona visitara aunque sea por un momento, un hospital donde se encuentran personas (de todas las edades) enfrentando enfermedades terminales.

Nosotros no podemos controlar nuestro futuro. Ciertamente podemos trabajar duro en nuestros trabajos, familias y demás, pero nada de eso nos asegura que tendremos éxito en los negocios, matrimonio o crianza de nuestros hijos. Nadie sabe lo que el futuro nos espera.

Yo tengo 36 años de edad, una hermosa esposa, tres preciosos hijos, y un negocio propio. Y aunque para muchos esto parecería sonar como una vida de éxito, el único éxito que tengo es haber encontrado a Jesús cuando mi vida más lo necesitaba.

Todo lo demás pierde valor si Dios no está presente.

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