“Estos veinte años he estado contigo;
tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas.
Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño;
lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas.
De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.
Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas,
y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces.”
(Gn.31.38-41)
Jacob le dice estas palabras a su suegro Labán el día que se despidió de él para volver a Canaán. Ya no nos encontramos con el joven que creía merecerlo todo, sino con un hombre que había trabajado arduamente por conseguir todo aquello que ahora tenía. Seguía siendo tan astuto como antes, pero ahora tenía aprendida la lección del sacrificio para obtener lo que se anhela.
Hace un tiempo hablaba con una joven que me decía que había cosas que no deseaba hacer porque ya no "sentía" hacerlas. Este sentimiento, quizá de complacencia o de gusto, le estaba haciendo dejar de lado cosas importantes en las que se encontraba muy comprometida. Este "sentimiento" es tan fuerte en la toma de decisiones que hace que perdamos de vista la necesidad de dejarlo de lado por el más importante "debo". Creo que estar a gusto en lo que hacemos y no perder de vista el sentido estético de cada una de nuestras actividades son variables que no se pueden desechar al momento de evaluar lo que estamos haciendo. Sin embargo, el deber y el propósito esencial por las que hacemos las cosas deben primar para nuestra estabilidad. Por ejemplo: ¿Cuál es la razón por la que estamos en un determinado centro de estudios? Seguramente es porque su malla curricular satisface nuestras expectativas académicas o porque tiene un profesorado excelente. La cafetería, la calidad de los baños o la buena onda de los compañeros ocuparán un segundo y un tercer lugar. Cuando yo digo que no me "siento" bien allí... ¿A qué área me estoy refiriendo?; y si ese sentimiento es correcto, ¿qué tan importante es como para desestimar mi propósito principal?
Lamentablemente, estas no son preguntas que nos hacemos continuamente. Creo que la percepción es equivocada cuando confundimos el propósito por el que hacemos las cosas. Entiendo la importancia del "sentir" cuando voy a participar en una reunión con amigos, o cuando voy a ir al cine o al teatro en donde mi gusto forma la razón principal del propósito. No voy a hacer un viaje en donde no me "sienta" a gusto con mis anfitriones, ni tampoco voy a ponerme ropa que en la que no me "sienta" bien, pero no es tampoco una equivocación cambiar el "siento" por el "debo". Hay padres que "deben" tener más de un trabajo para mantener a la familia y sin importar lo que "sientan" se deben levantar muy temprano en la mañana y laborar hasta muy tarde en la noche. Un policía puede "sentir" miedo (que es muy humano) en una situación peligrosa, pero su "deber" lo llevará a exponer su vida. Un estudiante podrá "sentir" que sus compañeros no son muy agradables pero él sabe que "debe" seguir estudiando porque ése es el propósito esencial y porque sus padres "debieron" hacer un gran sacrificio para pagar universidad.
Jacob había llegado veinte años antes a la casa de su suegro huyendo de la cólera de su hermano. Llegó sin nada pero ahora partía lleno de riquezas: "Y se enriqueció el varón muchísimo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos" (30.43). ¿Qué aprendió Jacob acerca del deber? Hagamos un breve resumen:
1. Todo lo que vale en la vida demanda un escrupuloso cuidado. "...tus ovejas y tus cabras nunca abortaron...".
2. Todo lo que vale en la vida tiene un costo y nada que vale la pena es gratis. "... ni yo comí carnero de tus ovejas".
3. Todo lo que vale en la vida implica asumir la responsabilidad de nuestras acciones. "Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas".
4. Todo lo que vale en la vida demanda sacrificio que no puede ser rechazado. "De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.
5. Todo lo que vale en la vida no se logra de la noche a la mañana. "Así he estado catorce años en tu casa..."
Por último, el trabajo arduo supone aceptar que todo desarrollo humano y de cualquier índole involucra esfuerzo y deber…
Cumplir con nuestras obligaciones será siempre nuestro deber. Ni lo espiritual debe ser sacrificado por lo secular, ni lo secular por lo espiritual. Debemos trabajar arduamente para sacar adelante y con sacrificio los propósitos para nuestra vida.
Una vez Picasso estaba dibujando febrilmente cabezas de caballo buscando la perfección. Boceto que terminaba, boceto que terminaba siendo arrojado con furia por el pintor al tacho de basura. Una alumna suya, ingenua y desesperada, para tratar de ayudar a su maestro y terminar con su sufrimiento tomó una de las cartulinas del basurero, la llevó hacia él y le dijo: “Pero Pablo, mira, ésta ya está bonita”. Picasso la miró largamente y luego sólo dijo: “Cuídate de lo bonito”. Lo bonito nunca ocupará el lugar de lo excelente y la complacencia nunca saldrá con el vigor. Aprendamos a usar correctamente nuestros sentimientos y a cumplir con nuestros deberes.
Tomado de las “Reflexiones Aterrizadas” de José (Pepe) Mendoza, pp. 23-25
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