Al final del Evangelio de Juan, Jesús revela una descripción sobria sobre el futuro de Pedro: “En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras.” Jesús entonces concluye diciéndole a Pedro, “Sígueme”.
Por alguna razón, Pedro, volviéndose y mirando a Juan, le preguntó a Jesús, “Señor, ¿y éste, qué?”
A lo cual Jesús respondió, “Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme.”
Cuando Jesús llama, nos llama uno por uno. Las comparaciones son ociosas, las especulaciones sobre otros una pérdida de tiempo, y la envidia es tonta al igual que diabólica. Cada uno de nosotros es llamado individualmente, responsables sólo ante Dios, para agradarle solo a él, y, finalmente, para ser aprobados solo por él. Si alguna vez tenemos la tentación de mirar a nuestro alrededor, comparar notas, y utilizar el progreso de los demás para medir el éxito de nuestra propia vocación, terminaremos escuchando las mismas palabras que Pedro escuchó de Jesús: “¿a ti, qué? Tú, sígueme.”
Os Guinness, The Call (El Llamado), Thomas Nelson (2003), p. 126,127
Cada uno de nosotros es llamado individualmente
17 de octubre de 2010
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