“Soy parte de la comunidad de los que no se avergüenzan. Tengo el poder del Espíritu Santo. Mi suerte ha sido determinada. Yo he cruzado la línea. La decisión ha sido tomada. Soy uno de Sus discípulos. No voy a mirar atrás; o pausar, o detenerme, o devolverme, o quedarme quieto. Mi pasado ha sido redimido; mi presente tiene sentido y mi futuro está seguro. Ya yo he terminado y no quiero saber nada de vivir a medias, deambular por las aceras; no quiero saber de sueños pequeños, rodillas suaves, visiones tímidas; de hablar mundano, de dar poco y de metas pequeñas.
Ya no necesito prominencia, prosperidad, posición, promoción, aprobación o popularidad. No necesito tener la razón, ser el primero, ser lo máximo, ser reconocido, ser honrado, ser estimado o recompensado. Ahora vivo en Su presencia; confío en la fe; amo con paciencia; soy levantado por la oración y vivo con poder.
Mi rostro ha sido fijado en una dirección; mi caminar es rápido; mi meta es el cielo; mi camino es estrecho; la carretera es rústica; mis compañeros son pocos; mi Guía es confiable y mi misión es clara. No puedo ser comprado, desacreditado, desviado, seducido, devuelto, diluido o retrasado. No pestañearé frente al sacrificio; no dudaré en la presencia de la adversidad; no negociaré en la mesa de mis enemigos; ni consideraré la popularidad; ni daré vueltas en medio de la mediocridad.
No me rendiré; ni callaré; ni pausaré; ni me cansaré hasta que haya predicado, orado; pagado, acumulado para la causa de Cristo.
Soy un discípulo de Jesús. Tengo que seguir hasta que Él venga; dar hasta que me caiga; predicar hasta que todos conozcan y trabajar hasta que Él pare.
Y cuando Él venga a recoger los suyos, Él no tendrá problemas en reconocerme... Mis colores serán claramente visibles...”
(Autor: Desconocido)
Tomado de http://www.facebook.com/laibi.org
“Hasta mi mejor amigo, en quien yo más confiaba, y con quien compartía mi pan, se ha puesto en contra mía.” Salmo 41:9 (Traducción en lenguaje actual)
Esta mañana, mientras meditaba en este verso, mi corazón clamaba a mi Señor por su ayuda, para que me permita depositar en EL toda mi confianza. Hay momentos donde confiamos más en nuestros amigos que en el Señor. Hay momentos donde pensamos que nuestra felicidad depende de nuestra relación con aquellos amigos que amamos tanto. Mas sin embargo, ellos, al igual que nosotros, no dejan de ser personas falibles y pecadoras, necesitadas de un Dios santo y perdonador que les ayude a ser más como EL (como también nosotros lo necesitamos).
Estimado amigo, ¿en quién hemos puesto toda nuestra esperanza?
Ciertamente hay un placer en tener un buen amigo que nos ayude y acompañe en nuestras vidas. Una persona con quien reírnos y llorar. Alguien que conozca nuestras intimidades profundas y sepa acompañarnos cuando más lo necesitamos, pero nunca olvidemos, que esa persona nunca podrá proveer lo que solo Dios puede suministrarnos.
Solo Dios puede darnos el sentir de plenitud y de significado que nuestra vida necesita. Solo Dios puede protegernos bajo sus alas, cuando todo el mundo viene en nuestra contra. Solo Dios es nuestra fortaleza y alto refugio, cuando el bullicio de las guerras y de los problemas se nos acerca. Solo Dios puede saciar el hambre y la sed que nuestra alma hambrienta y sedienta tiene.
Busquemos al Señor en esta mañana y depositemos en EL toda nuestra confianza.