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“Para el seguidor de Jesucristo, el hecho de que el universo no pueda explicarse a sí mismo, más la obvia inteligencia que hay tras este, sumado a la verificación histórica y de la experiencia de lo que Jesús enseñó e hizo, convierten a la fe en Cristo en una realidad muy racional y existencialmente plena.”

Ravi Zacharias, El Fin de la Razón, Editorial Vida (2009), pp.124

El Fin de la razon (Spanish Edition)

El Gran Divorcio: Un Sueno (Spanish Edition)

Hay solo dos tipos de personas, a fin de cuentas. Están quienes le dicen a Dios: “Que se haga tu voluntad”, y estan aquellos a quienes Dios les dice, finalmente: “Que se haga la tuya”.

C.S. Lewis, El Gran Divorcio, Ed. Rialp.

 

Cuando afirmas que existe el mal, tienes que suponer que existe el bien.

Cuando dices que existe el bien, tienes que suponer que hay una ley moral que permite distinguir al bien del mal. Tiene que haber un parámetro que determine que es el bien y que el mal.

Cuando supones una ley moral, tienes que admitir a un dador de esta ley moral, un origen o fuente de donde surge esta ley moral.

Aunque, precisamente es este Dador de la ley moral a quien los ateos intenta negar.

Ravi Zacharias, El Fin de la Razón, Editorial Vida (2009), pp.56,57

 

El Fin de la razon (Spanish Edition)

“Si la vida surgió por accidente la consecuencia ineludible, ante todo lo demás, es que no puede haber un significado ni un propósito para la existencia. Esta consecuencia es el talón de Aquiles de la creencia atea. Porque las personas en particular, y las culturas en general, anhelan un significado en la vida. Pero si esta es producto del azar, resulta que hemos escalado los peldaños de la evolución solo para encontrar que arriba no había nada.”

Ravi Zacharias, El Fin de la Razón, Editorial Vida (2009), p.40

El Fin de la razon (Spanish Edition)

imageHoy mi padre cumple 3 años de su partida con el Señor, y en este día, como cada año desde su muerte, me gusta tomar un tiempo para escribir sobre algunas de las experiencias que tuve con el previas a su partida, y como Dios milagrosamente salvó su alma. Es por esto que en este día quiero tomar un tiempo para escribir un poco sobre nuestra cita con el diablo.

En el proceso de la enfermedad de mi padre, muchas personas de distintas afiliaciones religiosas se acercaron para orar por él. Fueron muchas las personas que mostraron su interés y aprecio a mi padre en estos días tan dolorosos para él y para nosotros, por lo que siempre agradecimos los gestos de aprecio y apoyo que recibimos.

Pero una de las invitaciones de oración que recibimos, resultó ser de una fuente muy especial. No especial en el sentido de alegría, sino en lo raro y sorpresiva que fue para nosotros dicha experiencia.

Un joven que conocía de la gravedad del cáncer de mi padre, le invitó a que asistiera a un culto donde se reunía regularmente el grupo religioso al cual pertenecía, y donde le aseguraba que su líder era un mensajero de Dios con un don de sanación, aún para las enfermedades incurables para la ciencia médica.

Al no identificarse a que grupo religioso pertenecía, mi padre me pidió que le acompañara.

Yo preveía algo oculto, quizás brujería, pero no podía dejar ir solo a mi padre, quien en ese momento aún no conocía a Jesús. Algunas personas que sabían de la invitación que nos habían hecho me aconsejaron a no asistir a la misma, ya que según ellos yo podría recibir alguna influencia demoníaca, o quizás hasta ser poseído por un demonio, pero como en la Biblia nunca había visto un caso de una persona nacida de nuevo y llena del Espíritu Santo, ser poseída por un demonio, descarté tales consejos y decidí asistir a la invitación acompañando a mi padre.

Entonces, el día y la hora acordadas, tomé mi Biblia e iniciamos el viaje.

Mientras nos acercábamos a nuestro destino, sentía alivio en algunos momentos cuando en el camino nos encontrábamos con alguna iglesia católica o evangélica, pensando que allí se encontraba el servicio religioso, pero este alivio se marchaba cuando seguíamos y pasábamos de alto estos lugares. Fue entonces cuando llegamos a un edificio de apartamentos, de algunos 3 o 4 pisos de alto, ubicado en un sector de clase baja de nuestro país. Subimos las escaleras y al llegar al segundo piso, entramos al lugar más espantoso que había presenciado en mi vida.

No, no tenía sapos y lagartos disecados en las paredes, ni tampoco conejos o ratones siendo sacrificados, ni mucho menos una olla gigante donde mezclaban uñas y lenguas de animales para crear una posición mágica. Pero lo que si tenían, eran mas de 90 fotos distribuidas en todas las paredes del lugar, y de distintos tamaños, de un hombre a quien ellos consideraban una reencarnación divina, mientras un grupo de jóvenes, niños y adultos, meditaban, cantaban, bailaban y rezaban, repitiendo las palabras recitabas por este hombre, que también se encontraba hablando en la televisión.

¿Quién era ese personaje que se encontraba en más de 90 cuadros en el lugar donde estábamos, y que dirigía el culto a distancia a través de un video en VHS que se veía en la TV? (Por cierto, había un cuadro con una foto de Jesús en un lado del salón, y sino mal recuerdo, otra de María en otro lado).

El personaje en cuestión era Sai Baba. Un gurú de la india (bastante feo por cierto), que se considera la reencarnación de un dios hindú, y que sus seguidores proclaman tiene poderes sobrenaturales que incluye transportarse a varios lugares al mismo tiempo, y sanar enfermedades incurables.

De acuerdo a Wikipedia, existen más de 1,200 centros de meditación de Sai Baba en más de 114 países del mundo, y se estima que sus seguidores se aproximan a los 100 millones.

Algunas de las razones por las que Sai Baba tiene tantos seguidores, es porque estos centros de meditación no exigen compromisos de los miembros (van y vienen cuando quieren), y hacen mucha ayuda social desinteresada.

Para mí fue toda una sorpresa ver jóvenes y adultos dominicanos envueltos en esta secta.

¿Cómo pueden estas personas llegar tan bajo de poner su fe en un hombre que es como ellos mismos, de carne y hueso? (y feo por cierto!).

¿Cómo podemos arrodillarnos ante un ente similar a nosotros en necesidades y dependencias, para poner nuestras esperanzas en él?

Sino mal recuerdo, hace un tiempo escuché un sermón o leí un artículo donde se hacía referencia a Tal Brooke y su encuentro con Sai Baba (el mismo está descrito en su libro Avatar of Night), donde Tal Brooke hablaba de cuan sorprendido quedó cuando conoció a Sai Baba por primera vez, y este, sin conocerle, le hablo cosas de su vida. Pero como luego Brooke renunció a dicha secta, porque el vacío que sentía en su interior, seguía igual que antes de conocer a Sai Baba, y no fue hasta que conoció a Jesucristo que su vida se sintió completa.

Pero volviendo a nuestra historia, cuando llegamos al lugar, nos llevaron inmediatamente a saludar al líder del centro Sai Baba local. Este hombre nos saludó con una sonrisa, nos extendió la mano a cada uno de nosotros, y nos pidió que esperáramos sentados un rato.

Yo no sé qué pasó, pero el hombre nunca volvió. Se apartó unos minutos supuestamente a darse un baño, y nunca lo volvimos a ver. Yo no sé si fue que se encontró con mucho tránsito de regreso al lugar, o si se atemorizó del tamaño de mi biblia, y sabía que no solo le predicaría con ella sino que hasta le daría con ella si tocaba a mi papa. Pero algo pasó que nunca lo volvimos a ver. Yo pienso que fue Dios mismo que impidió que el volviera al lugar.

Luego de esperar algunos 60 o 90 minutos (para mi fueron años rodeados de fotos de un hombre sumamente feo!), mi padre decidió que no esperaría más e iniciamos nuestra viaje de regreso a la casa.

Minutos después, mientras conducía el vehículo de mi padre, tenía una incógnita que presentarle, y le pregunte:

- Papi, ¿qué tal si mañana aparece un hombre que tiene el poder de sanarte de este cáncer, pero te das cuenta que el mismo no obra de parte de Dios, te dejarías sanar...?

Mi padre no me dejo terminar mi pregunta, cuando me contestó:

- Ya lo he pensado Alex, y la respuesta es No.

Días después el hombre le envió un mensaje a mi padre, diciéndole que estaba dispuesto a visitarlo en su hogar, pero mi padre se negó a recibirlo (cumpliendo así su palabra).

Es probable que en la vida nos encontremos con personas que hagan milagros sobrenaturales delante de nuestros ojos, que sanen cáncer, conviertan palos en serpientes, o produzcan paz en medio de guerras, pero tengamos presente que esto solo traerá una satisfacción a una necesidad temporal, pero nunca curarán el pecado de nuestro corazón, ni tampoco nos abrirán el camino a la vida eterna con Dios.

Nuestra sociedad está tan enfocada en el ahora, que estamos dispuestos a sacrificar nuestra eternidad por un plato de estofado que satisfaga nuestra hambre actual, y no nos damos cuenta, que el mismo vacío que sentimos, aun satisfaciendo nuestros apetitos y deseos, es la señal de que nuestro ser jamás estará completo hasta que no rindamos nuestra vida por completo al señorio de Cristo y dejemos que él nos llene con su presencia.

Existen muchas religiones en el mundo, y muchos dioses creados por los hombres, pero solo un Dios verdadero y un solo camino para llegar a él. Jesús.

Mi padre nunca encontró cura a su enfermedad en este mundo, pero encontró la entrada al reino de Dios al entregar su vida a Cristo la noche antes de fallecer.

“Bien sabemos que en este mundo vivimos como en una tienda de campaña que un día será destruida. Pero en el cielo tenemos una casa permanente, construida por Dios y no por humanos. Mientras vivimos en este mundo, suspiramos por la casa donde viviremos para siempre. Sabemos que, cuando estemos allí, estaremos bien protegidos. Mientras vivimos en esta tienda de campaña que es nuestro cuerpo, nos sentimos muy tristes y cansados. Y no es que no queramos morir. Más bien, quisiéramos que nuestros cuerpos fueran transformados, y que lo que ha de morir se cambie por lo que vivirá para siempre. Dios nos preparó para ese cambio, y como prueba de que así lo hará nos dio el Espíritu Santo.

Por eso estamos siempre alegres. Sabemos que, mientras vivamos en este cuerpo, estaremos lejos del Señor. Pero aunque no lo podamos ver, confiamos en él. No nos sentimos tristes, aunque preferiríamos dejar este cuerpo para ir a vivir con el Señor. Por eso tratamos de obedecerlo, ya sea en esta vida o en la otra. Porque todos nosotros vamos a tener que presentarnos delante de Cristo, que es nuestro juez. Él juzgará lo que hicimos mientras vivíamos en este cuerpo, y decidirá si merecemos que nos premie o nos castigue.”

2 Corintios 5: 1-10 (Traducción en lenguaje actual)

Hemos confundido la asistencia a la iglesia como éxito y estamos ciegos a la desolación interior. El rol del liderazgo de la iglesia es el de sentir el corazón de Dios y guiar el pueblo hacia Dios –no el de construir grandes iglesias que se convierten en monumentos a sus habilidades de dar comezones a los oídos de aquellos que se reúnen allí y a su capacidad para dar a la gente lo que creen que desean para que luego se sientan satisfechos por haber “asistido a la iglesia”.

Ravi Zacharias, Has Christianity Failed You?, Zondervan (2010), pp.190

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“La iglesia es propensa a tomar un extremo u otro en sus respuestas al mundo –ya sea el de tomar un legalismo que destruye a los heridos, o poseer una relevancia sin sustancia, que la convierte en relevante a nada.”

Ravi Zacharias, Has Christianity Failed You?, Zondervan (2010), pp.195-196

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Esto es parte de un mensaje evangelístico que estaré compartiendo esta noche en una actividad a la cual he sido invitado:

imagePara muchos de nosotros, el referirnos a Dios como nuestro Padre, es algo con lo que podemos relacionarnos. Aún muchas personas no cristianas, en un momento de crisis o en una situación difícil de su vida, han clamado a Dios llamándole “Padre”, y esa cercanía de Padre, la ha provisto Dios por medio de su Santo Espíritu para todos aquellos que han creído en El (Ro. 8:15).

De hecho, en la oración más famosa de toda la biblia y que encontramos en Mateo 6:9-13, Jesús, enseñándole a sus discípulos a como orar, se refiere a Dios como “Padre Nuestro”, y de esta manera nos muestra, que el Dios creador del universo, y distante de nosotros en cuanto a su santidad se refiere, está también cercano a nosotros una vez hemos creído en EL y nos hemos convertido en sus hijos.

En otro momento, mientras Jesús enseñaba sobre la importancia de la oración y de cómo Dios está atento a ella y dispuesto a contestarlas, se refiere nuevamente a Dios como nuestro Padre, y lo compara con nuestros padres terrenales:

¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Mateo 7:9-11

En este sentido, la paternidad de Dios nos hace sentir cerca de EL y nos permite tener confianza para acércanos continuamente a EL cómo sus hijos.

Si somos sinceros, a todos nos gusta saber que tenemos un Dios al que podemos relacionarnos como nuestro padre, pero donde tenemos serios problemas, es cuando tenemos que relacionarnos a este Dios como nuestro Señor, y es aquí donde se encuentra la diferencia real entre los cristianos y los no cristianos, y la principal causa del rechazo de Dios por parte de la humanidad.

Podemos creer en un Dios paternal, que cuida de nuestras vidas, y que nos afirma que aún los cabellos de nuestras cabezas están contados, pero cuando se nos dice que para nosotros ser sus hijos tenemos que morir a nosotros mismos (Mt. 16:24-25), inicia nuestro fuerte rechazo a este Dios en el cual profesamos creer.

Y la razón por la que rechazamos el señorío de Dios para nuestras vidas, es porque no queremos negarnos a nosotros mismos y vivir bajo sus reglas.

No queremos el sexo a la manera de Dios, el cual se nos ha provisto como producto de una relación de fidelidad entre un hombre y una mujer que han contraído matrimonio, sino que lo queremos a la manera que nos la ofrece el mundo, producto del libertinaje existente.

No queremos el dinero a la manera de Dios, el cual se nos ha provisto a través del trabajo honrado y bajo mucho sudor, sino que lo queremos a la manera que nos lo ofrece el mundo, sin honradez, sin reglas; mucho dinero, a bajo costo, y exaltamos las personas que son encontradas en actos ilegales, porque anhelamos la vida de placeres que ellos tienen.

Y así en todas las cosas, rechazamos el señorío de Cristo en nuestras vidas, porque no queremos someternos a las directrices y reglas de Dios, sino que queremos vivir bajo nuestras propias reglas, tratando de ignorar que un día nos encontraremos en medio de un juicio donde todos tendremos que darle cuenta a Dios de cómo hemos vivido, y en ese día, no habrán excusas validas que justifiquen nuestro rechazo de Dios.

Creer en Dios tiene un costo, y este costo es la obediencia. Usted y yo no podemos decir que somos cristianos porque un día hicimos una confesión de fe donde declarábamos que creíamos en Jesús (porque hasta los demonios creen), sino, cuando adicional a nuestra fe, mostramos por nuestra obediencia a Dios, que realmente hemos creído en El.

La Biblia nos dice en Juan 3:36, que los que creen, pero no obedecen, no tienen vida eterna:

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.” Juan 3:36 (LBLA)

Y en Mateo 7:21-23 nos advierte, que no todas las personas que profesan ser cristianos, o que dicen creer en Dios, entrarán al reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de Dios:

No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?" Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"

Mateo 7:21-23 NVI

Amigos, por más que tratemos de ignorar la voz de Dios y el llamado que El nos hace, no podremos evitar el día de juicio que se avecina, por lo que nos comportamos como aquel hombre de nuestro país que cruzando la calle no mira a los lados sabiendo que se avecina un vehículo a toda velocidad, creyendo, que por simplemente ignorarlo, el mismo se detendrá y no lo atropellará.

Pero Dios, conociendo nuestra situación, y sabiendo que estábamos sin esperanza envueltos en nuestros propios delitos y pecados, ha provisto de un medio para salvarnos, y este medio es Jesucristo.

Jesucristo, su hijo, fue encarnado, y luego de aproximadamente 33 años en esta tierra, fue llevado a un madero y crucificado en medio de dos ladrones, sin encontrarse ningún delito por el cual se le pudiera acusar. Por lo que EL, siendo justo, sufrió la culpa de nuestros pecados, y pagando el precio que merecíamos nosotros pagar, ha aperturado un camino para reconciliarnos con el Padre.

Pero como hemos conversado en el transcurso de este mensaje, tenemos que saber que “creer” va más allá que una simple afirmación. Requiere la renuncia de todo aquello que se encuentre en nuestras vidas que vaya encontra de la Palabra de Dios. Requiere arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar la dirección de nuestras vidas hacia la voluntad de Dios.

Pero Dios promete no dejarnos solos, enviándonos a su Santo Espíritu a morar en nuestras vidas, para ayudarnos en nuestro diario vivir hasta que El venga o nosotros nos vayamos primero.

Y en esta noche, Dios te hace una invitación:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas.”

Juan 3:16-19