Nací un día como hoy hace 35 años.
No recuerdo el día de mi nacimiento. Tampoco recuerdo como fue mi estadía los 9 meses que estuve en la barriga de mi mamá. Mucho menos recuerdo el día que elegí nacer y la familia a la cual pertenecería (porque obviamente esto no dependía de mí).
Algunos de los recuerdos más lejanos y borrosos que poseo se remontan a la edad aproximada de 3 a 5 años. Recuerdo algunos paseos con mis padres, una sesión de fotos con mi madre, mi primera escuela (Los Angelitos) y la primera niña de la cual me enamoré (su papá trabajaba en una tienda de zapatos llamada El Encanto).
Hoy día, al analizar mis 35 años de vida, tengo un sentimiento de plenitud inmenso. Esta plenitud y sentido de felicidad no es producto de la propiedad en la que vivo, el carro que manejo, ni de la carrera a la que me dedico. Tampoco es el resultado de mi relación con mi esposa, ni de los tres preciosos hijos que tengo. Todo esto es bueno (¡claro que sí!), pero nada de eso ha producido la sensación de totalidad, llenura y gozo que hoy en día tengo en mi vida.
La sensación de plenitud que hoy tengo inició a mis 12 años de edad. Recuerdo aquel día cuando todo cambio. Fue un día lluvioso entre los meses de Octubre y Noviembre del año 1987. Ese día conocí a la persona que cambiaría por completo y para siempre mi vida con decirme solamente una palabra: “Sígueme”.
Aún no entiendo como hay personas que rechazan la existencia de Jesucristo. ¿Cómo critican a quien no han conocido? ¿Cómo niegan a Aquel que vino a este mundo con un solo propósito: Dar su vida por nuestros pecados para rescatarnos de este mundo malvado (Gálatas 1:4)? ¿Cómo rechazan a aquel cuyo único objetivo es rescatarnos de nosotros mismos?
No sé que me espera en la vida en los próximos 35 años (si a Dios le place que viva esos años más). Pero de una cosa si estoy seguro, y es que venga tristeza o alegría, abundancia o escases, éxitos o fracasos, el sentir de plenitud, totalidad y contentamiento de mi vida no se irá, porque aquel que me llamó ha prometido estar conmigo hasta el final (Mateo 28:20).
1 comentario
Gracias Pedro por compartir este hermoso testimonio, es un privilegio conocer a JESUS el autor de nuestra historia desde nuestra juventud y que Dios bendiga a aquellos vasos que El en su misericordia usó para llevarnos la palabra de vida eterna. Esa que aquel que bebe, no tendrá sed JAMAS. bendiciones!
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