Continuando con la trilogía de escritos de nuestro hermano José Mendoza sobre “el trabajo”, aquí les entrego algunas citas tomadas del segundo de sus escritos titulado “La Carrera: Más allá de Uno Mismo. ¿Dónde está Dios cuando Trabajamos?”. Si le interesa leer el material completo, por favor déjeme saber para enviarle una copia por correo electrónico.
“Algunos piensan que la caída del hombre propició la condenación del trabajo o que el trabajo apareció de repente como una maldición producto del pecado de los primeros padres. Sin embargo, Adán y Eva ya trabajaban antes de la caída, y Dios no condenó la capacidad trabajadora del hombre, sino que estableció en el trabajo una cuota de sacrificio y sufrimiento que no había tenido hasta ese momento. Lo que es evidente es que el “sudor de la frente” no le ha impedido a ninguna generación el seguir transformando la creación con sus trabajos.”
“Debemos tener cuidado en pensar que el trabajo sólo tiene como fruto el bien material al que le hemos dedicado tiempo y esfuerzo. Para nosotros los cristianos el trabajo no sólo es recompensado con el salario o la perfección del producto terminado, sino también por la razón que nos lleva a trabajar y por el efecto que el trabajo produce en nuestro carácter, nuestra alma, espiritualidad, familia y entorno. Cuando Job pierde de repente todo lo trabajado producto del juicio divino, lo que le quedó indemne fue su carácter. Fue ese carácter justo el que le permitió acumular esa inmensa riqueza, pero también fue ese carácter el que le permitió decir cuando ya vio que lo había perdido todo, “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1.20).”
“Yo he escuchado a muchos cristianos profesionales quejarse de no poder desarrollarse espiritualmente por lo ocupado de sus agendas de trabajo o por lo difícil del mundo laboral. Muchos de ellos piensan que necesitan de algún tipo de retiro espiritual, alejándose del mundanal ruido y de las presiones del trabajo para poder crecer espiritualmente. Sin embargo, yo quisiera presentarles dos casos de la Escritura en donde Dios se ocupó de utilizar el espacio laboral como una oportunidad para manifestarse. Nuestros dos trabajadores son Gedeón y Pedro. Lo primero que quisiera resaltar es que cuando Gedeón y Pedro se encontraron con el Señor no estaban pasando por un período de retiro espiritual en algún lugar sagrado y apartado especialmente con tal propósito. Gedeón recibió la visita del Señor mientras estaba trabajando trillando el trigo. Pedro estaba reparando las redes después de una larga faena de pesca. Yo me pregunto, ¿si es que Dios tuviera que decirnos algo muy importante, esperaría que vayamos al retiro anual de fin de semana o nos buscaría donde nos puede encontrar todos los días? ¿Si es que Dios quisiera observarnos para ver nuestra calidad personal y nuestras habilidades, el lugar más indicado para hacerlo no sería nuestro centro de trabajo?”
“Es bastante errado el pensar que el Señor nos está observando únicamente desde nuestras actividades espirituales o religiosas. La verdad de las cosas es que Él está considerándonos desde todos nuestros ángulos porque para el Señor no hay lugar que no le pertenezca ni tampoco hay espacio en nuestra vida que no lo reclame como suyo.”
“Lo que puede quedar en claro de esta breve semblanza del trabajo en la Biblia es que Dios no es ajeno a nuestro trabajo y que la próxima vez que nos preguntemos, ¿dónde está Dios cuando trabajamos? Lo mejor será responder, “aquí conmigo, compartiendo mi trabajo porque finalmente todo lo que hago también le pertenece”.
No hay comentarios
Publicar un comentario