Aún recuerdo ese sábado lluvioso del año 1987. Tenía ya un tiempo asistiendo al grupo de jóvenes de la Iglesia Cristiana, pastoreada por el pastor Rafael Montalvo, y aunque tenía solo 12 años de edad, por la solicitud de mis primas, el líder de jóvenes había permitido que yo participara en las reuniones de jóvenes de la iglesia.
Mi madre, hermanos y yo habíamos llegado a esta iglesia por la invitación de Clara Félix, a quien cariñosamente llamábamos Tía Clara, por la relación de amistad que mi madre tenía con ella. Tía Clara y sus hijas Clarisa, Rosaura y Ángeles, habían sido vecinas de nosotros cuando yo era bien pequeño.
Cuando entramos por primera vez a esta iglesia, para mí fue toda una sorpresa. Esta era diferente a todas las iglesias que había conocido hasta ese momento. Esta iglesia me hablaba de un Dios distinto al cual había escuchado desde mi niñez. Este Dios no era un viejo aburrido con una larga barba blanca, sentado en una gran mecedora gigante esperando a que cometiera un pecado para enviarme un latigazo por mi maldad. Este Dios que predicaba el pastor Montalvo era distinto. Estaba interesado en mí, quería sanarme de mi maldad, liberarme de la esclavitud de mis pecados, sanar las heridas que existían desde mi niñez, llenar los vacios de mi alma y dar un propósito a mi vida.
Las alabanzas que se cantaban a Dios en esta iglesia también eran diferentes. Entonaban canciones donde los miembros de la iglesia le expresaban a Dios a todas voces y con sus manos levantadas su devoción a EL, mientras a su vez exaltaban sus maravillosos atributos.
Está iglesia era totalmente diferente a las iglesias católicas romanas que conocía y a las cuales había asistido desde mi niñez.
Ese sábado lluvioso del año 1987, recuerdo que había invitado a una amiga para la iglesia. Debido a las lluvias de ese día, solo 4 personas asistimos a la reunión de jóvenes. Isaias (Kleber Lora), quien era el líder de jóvenes, Stephanie, una misionera norteamericana que era parte de la iglesia en ese momento, mi amiga invitada y yo.
Isaías había decidido que ese sábado iríamos de casa en casa por el sector donde estaba ubicado la iglesia, para predicar el evangelio de Jesús a los residentes de esa zona, por lo que nos dividió en parejas, El y yo iríamos juntos a una parte del sector, y mi amiga y Stephanie irían juntas a otra parte del sector.
Mi recuerdo es que luego de terminada la labor de evangelización, de ir casa por casa tocando las puertas y predicándoles el evangelio de Jesucristo, ninguna persona se convirtió a la predicación de Isaías. Llegamos de regreso a la iglesia y nos sentamos en las sillas del templo para esperar a las chicas que aún no habían llegado, y al sentarnos le dije a Isaías:
- Isaías, yo quiero aceptar a Jesús en mi corazón.
Para el fue toda una sorpresa. Todo ese tiempo a quien realmente el estuvo predicándole sin saberlo era a mi propia vida, y el no se había dado cuenta de eso. Dios había orquestado a que en esa tarde yo entregara mi vida a EL.
A partir de ese día mi vida nunca sería la misma y Dios pasaría a ser el centro de mi vida. 22 años han pasado y mi vida sigue girando en torno a EL.
Como dice la famosa canción titulada “Eres todo poderoso”:
“La única razón de mi adoración eres tu mi Jesús,
Mi único motivo para vivir eres tu mi señor,
Mi única verdad está en ti eres mi luz y mi salvación,
Mi único amor eres tu Señor y por siempre te alabaré.”
En un próximo post estaré publicando como debido a las tradiciones católica romanas de mi familia materna terminé alejándome de esta iglesia y como volvería nuevamente a rendirme a los pies del maestro y comenzaría a crecer en la fe.
Continuara…
2 comentarios
Que bueno escuchar tu experiencia. Buenos tiempos aquellos. Aqui te dejo mi Blog....tengo un tiempecito que no escribo. A lo mejor esta noche me inspire. Bendiciones
Modesto Cedano
http://pensando-en-alta-voz.blogspot.com/
en 1996 yo tambien acepte al señor en esta iglesia y fui bautizada por el pastor pedro en el retiro que tiempos aquellos ahora vivo en guatemala añoro volver a ver mi iglesia
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