Nuestro pensamiento es más o menos así: Si acaso hay un Dios, El no es santo. Si por casualidad es santo, no es justo. Más si es santo y justo, no tenemos que temer porque su amor y su misericordia sobrepasan su santa justicia. Si acaso digerimos su santo y justo carácter, podemos descansar en esto: El no es un Dios de ira. Si pensamos sobriamente por cinco segundos, veremos nuestro error. Ciertamente, si Dios existe como Dios, si El es santo de verdad, si tiene un gramo de justicia en su carácter, ¿Cómo puede ser posible que no esté airado con nosotros? Nosotros hemos violado su santidad; hemos insultado su justicia; hemos tomado su gracia con ligereza. Es imposible que estas cosas le complazcan.
R.C. Sproul, La Santidad de Dios, Publicaciones Faro de Gracia (2002), p.134
Lo que pensamos realmente de Dios
27 de septiembre de 2009
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