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Acariciar el pecado es un obstáculo

Las personas regeneradas (nacidas de nuevo) saben que el pecado cuando es acariciado llega a ser un estorbo para gozar de la comunión con Dios; ello insta al Señor a quitarles la seguridad y hacer que sientan su desagrado mediante la disciplina tanto interna como externa. De modo que tales personas experimentan el impulso constante de orar como lo hacía el salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal 139.23).

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.135

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