Estas son unas palabras de J. I. Packer que me trajeron paz esta semana mientras las leía uno de sus libros y consideraba mi propia lucha interior con mi carácter:
La moderación parcial en los arrebatos furiosos de algún colérico, el deshielo fragmentario de la fría reserva de ciertos flemáticos, la cura en parte de esa irresponsabilidad estrafalaria del sanguíneo, o la liberación relativa de su obsesión paralizante de abatimiento en un melancólico, puede muy bien testificar de una mayor medida de crecimiento en la gracia que la presente en otros santos más vigorosos, afables, prácticos y dinámicos los cuales jamás han necesitado enfrentar a esos defectos particulares en sí mismos. Tener que combatir el propio temperamento para lograr las virtudes cristianas le hace a uno sentir que su progreso es mucho más lento que el de otros, pero tal cosa puede no ser cierta.
Cristo nos encuentra en distintas situaciones en términos de nuestro carácter e historia personal, y obra en nosotros por su Espíritu en donde estemos. Aunque alguno de nosotros pueda ser por naturaleza amable de un modo que otro no lo es, espiritualmente hablando todos somos, en el nivel mas profundo, barcos naufragados que necesitan una operación de salvamento divino dirigida a los aspectos particulares de nuestra condición.
J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.184
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