Es un hecho triste, pero innegable, que en la actualidad el “arrepentimiento” apenas se menciona en la evangelización, la enseñanza y el cuidado pastoral, ni siquiera entre los evangélicos y los tradicionalistas cristianos. La preocupación por estimular el entusiasmo congregacional, apoyar a los creyentes para que superen sus crisis, descubrir y pulir los diferentes dones y habilidades, proveer programas en función del interés de la gente, y aconsejar a las personas con problemas de relaciones, lo han desplazado.
Como resultado de ello, a las iglesias mismas, tanto ortodoxas como heterodoxas, les falta realidad espiritual, y sus miembros son, con demasiada frecuencia, individuos superficiales sin hambre alguna de las cosas profundas de Dios.
J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.143
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