Pero de todos los espectáculos de tu ira contra el pecado, el mayor y más notable es la muerte y la pasión sangrienta de… Jesucristo. Grande es tu enojo contra el pecado, cuando en los cielos y en la tierra no pudo hallarse ninguna otra cosa capaz de apaciguar tu ira que el derramamiento de la sangre de tu único y queridísimo Hijo, en quien tenías y tienes toda tu complacencia…
Si en Cristo, en el cual no había pecado, tui ira fue tan feroz para con nuestras transgresiones que Jesús se vio constreñido a decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, ¡cuán grande e inllevable (es decir, insoportable) será entonces esa ira contra nosotros, que no somos sino seres pecaminosos¡!
Writings of John Bradford: Sermons, etc, p.224
J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.128
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