En su magnífico libro Holiness (Santidad), publicado en 1879 y todavía a la venta con bastante éxito, el obispo anglicano John Charles Ryle trazó en términos bíblicos sencillos un perfil clásico de la persona santa en doce puntos. (Como buen victoriano, Ryle utiliza la palabra “hombre”, pero también se refiere a las mujeres.) La descripción que hace es la siguiente:
- Santidad es el hábito de ser de un mismo parecer con Dios, según la descripción de su mente que encontramos en la Escritura. Representa la costumbre de estar de acuerdo con el Señor en su juicio, aborrecer lo que El aborrece, amar lo que ama, y medirlo todo en este mundo con la norma de su Palabra…
- El hombre santo se esforzará en evitar todo pecado conocido y guardar cada uno de los mandamientos revelados. Tendrá una decidida disposición mental hacia Dios, un deseo sincero de hacer su voluntad, un miedo mayor a desagradarle a El que al mundo, y… sentirá lo mismo que Pablo cuando dijo: “Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Ro 7.22)...
- El hombre santo luchará por ser como nuestro Señor Jesucristo. No sólo vivirá la vida de fe en El, y extraerá de Jesús toda su paz y su fuerza diaria, sino que también se esforzará para tener el mismo sentir que hubo en El y para conformarse a su imagen (Ro 8.29). Su meta será soportar y perdonar a los demás… ser generoso… andar en amor… ser modesto y humilde… Tomará a pecho la afirmación de Juan, que expresa: “El que dice que permanece en El (en Cristo), debe andar como El anduvo” (1 Jn 2.6).
- El hombre santo seguirá la mansedumbre, la resignación, la bondad, la paciencia, la disposición amable, el dominio de su lengua. Soportará mucho, tolerará mucho, pasará mucho por alto y será lento para hablar de afirmarse en sus derechos.
- El hombre santo seguirá la templanza y la abnegación, se esforzará por hacer morir los deseos de su cuerpo, crucificará su carne con sus afectos e inclinaciones, pondrá freno a sus pasiones, reprimirá sus tendencias carnales, no sea que en cualquier momento se desaten… (Luego Ryle cita Lucas 21.34 y 1 Corintios 9.27).
- Un hombre santo seguirá la caridad y la bondad fraternal. Se esforzará por cumplir esa regla de oro que consiste en hacer aquello que uno quisiera que los demás hiciesen con uno y en hablar a otros como desea que ellos le hablen. Aborrecerá toda mentira, calumnia, murmuración, engaño, fraude y trato injusto, aún en las cosas más pequeñas.
- El hombre santo seguirá una actitud misericordiosa y benevolente hacia los demás… Así era Dorcas, quien “abundaba en buenas obras y en limosnas”, no simplemente se las proponía y hablaba de ellas, sino que las hacía (Hch 9.36).
- Un hombre santo seguirá la pureza de corazón. Tendrá pavor de cualquier inmundicia e impureza de espíritu, y tratará de evitar todo aquello que pudiera llevarle a ellas. Sabe que su propio corazón es como la yesca, y con diligencia se apartará de cualquier chispa de tentación.
- Un hombre santo seguirá el temor de Señor. No me refiero a un temor de esclavo, que solo trabaja por miedo al castigo y estaría ocioso si no se le asustara ser descubierto, sino más el temor de un hijo que desea vivir y actuar como si estuviera siempre delante de su padre, porque lo ama.
- El hombre santo seguirá la humildad. Deseará, con actitud modesta, considerar a todos los demás como superiores a él mismo. Verá más maldad en su propio corazón que en ningún otro en todo el mundo.
- El hombre santo seguirá la fidelidad en lo concerniente a todos los deberes y relaciones de la vida. Intentará, no meramente ocupar su sitio tan bien como lo hacen otros que no toman sus almas en consideración, sino incluso mejor, ya que tiene motivos más elevados y cuenta con más ayuda que ellos… Las personas santas deberían ponerse como meta el hacer todo bien, y sentir vergüenza cuando se permiten realizar algo de mala manera si pueden evitarlo… Deberían esforzarse en ser buenos maridos y buenas esposas, buenos padres y buenos hijos, buenos amos y buenos siervos, buenos vecinos, buenos amigos, buenos súbditos, buenos en privado y buenos en público, buenos en el lugar de sus negocios y buenos en el hogar. El Señor Jesús formular una pregunta escudriñadora a los suyos cuando dice: “¿Qué hacéis de mas? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mt 5.47).
- En último lugar, pero no por eso menos importante, el hombre santo seguirá la mentalidad espiritual. Se esforzará en poner la mira completamente en las cosas de arriba, y en agarrar con mano muy suelta aquellas de la tierra… Aspirará a vivir como alguien que tiene su tesoro en el cielo, y a pasar por este mundo como un extranjero y peregrino que viaja hacia su hogar. A tener comunión con Dios en oración, en la Biblia y en la reunión de su pueblo, estas cosas serán los principales deleites del hombre santo. Valorará cada cosa, cada lugar y cada compañía según la medida en que los mismos le acerquen más a Dios.
J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.17-19
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