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La verdadera motivación del cristiano

El mundo secular no comprende nunca los motivos cristianos. Al enfrentarse a la pregunta de qué es lo que mueve a los creyentes, los inconversos sostienen que el cristianismo se practica solo por interés: creen que los cristianos temen a las consecuencias de no serlo (la religión como un seguro contra el fuego), o que se sienten necesitados de ayuda y apoyo para alcanzar sus objetivos (la religión como muleta), o que desean mantener una identidad social (la religión como distintivo de respetabilidad).

Ciertamente todas esas motivaciones pueden encontrarse entre los miembros de las iglesias – sería inútil discutirlo –, pero al igual que no por meter un caballo en una casa se le convierte en una persona, tampoco los motivas interesados llegan a ser cristianos por el hecho de meterlos en la iglesia; ni llegará a ser jamás la santidad el nombre adecuado para las rutinas religiosas así motivadas.

Por el plan de salvación se que la verdadera fuerza impulsora de una autentica vida cristiana es, y debe ser, no la expectativa de sacar provecho, sino un corazón agradecido.

El plan de salvación me enseña, no meramente que jamás podré hacer nada para ganar, aumentar o ampliar el favor de Dios hacia mí, ni para evitar el furor justificado de su ira, ni para obtener de El ventajas mediantes halagos, sino también que nunca me será necesario intentar ninguna de tales cosas. Dios mismo me ha amado desde la eternidad, redimido del infierno mediante la cruz, renovado mi corazón y traído a la fe; se ha comprometido soberanamente en este tiempo a completar mi transformación a la imagen de Cristo y a colocarme, sin mancha y glorificado, en su propia esencia por toda la eternidad.

J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.73

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