La salvación novotestamentaria tiene tres tiempos: pasado, presente y futuro. Es salvación:
- De la culpabilidad del pecado (aspecto pasado: el peligro de sanción ya no existe);
- De su poder (aspecto presente: el pecado no nos domina mas); y,
- En último lugar, de su presencia (aspecto futuro: algún día el pecado no será más que un mal recuerdo).
En otras palabras, la salvación es un proceso continuo que en la actualidad está incompleto. Los cristianos ya han sido salvos:
- De la ira de Dios (la retribución judicial: Ro 5:9; 1Ts 1:10);
- De la muerte eterna (Ro 6:21,23);
- Del dominio del pecado (Ro 6:14,18);
- De una vida de temor (Ro 8:15); y
- De los hábitos predominantes de impiedad e inmoralidad (Ti 2:11-3:6).
Y algún día, pasado este mundo, serán plenamente conformados a Jesús, tanto en cuerpo como en carácter moral (Flp 3:20; 1 Jn 3:2). Entonces el pecado ya no estará más en ellos.
Actualmente, sin embargo, los cristianos estamos muy conscientes de no haber alcanzado todavía ese feliz estado. Vivimos gozosamente en el favor de Dios, le servimos y le adoramos en reconocimiento a su gracia, y luchamos con el lastre del pecado que mora en nosotros mediante la energía que nos concede el Espíritu Santo residente en nuestras vidas (Ro 5:1; 12:1; 8:5-14; Ga 5:16). A menudo tenemos razones para dar gracias a Dios por las nuevas victorias conseguidas, pero al igual que Pablo anhelamos ese día en el que la guerra interna será algo del pasado (Ro 7:24ss; 8:23).
Deseamos la santidad perfecta y vamos tras ella, pero en la actualidad aquello hacia lo que nos extendemos no podemos alcanzarlo. La de Dios es una salvación del pecado: estamos en pero ella no está aún del todo en nosotros; ahora tenemos un anticipo de la misma, pero su cumplimiento sigue siendo futuro. Es ahí donde me encuentro mientras escribo estas palabras, y donde supondré que usted también se halla al leerlas. ¿Estoy en lo cierto o no?
J.I. Packer, El Renacer de la Santidad, Editorial Caribe (1995), p.44,45
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